En algún momento comprendido entre el inicio del linaje homínido y la aparición del Homo sapiens, una adaptación conductual esencialmente simiesca fue sustituida por lo que podríamos considerar como conducta humana, en particular el sistema de vida cazador-recolector.
Durante toda la
historia las especies animales y vegetales han ido sufriendo su propio
proceso evolutivo en mayor o menor medida. Esto ha supuesto una razón de peso
por la cual se ha dado una constante readaptación por
parte del ser humano mediante pautas de subsistencia cada vez menos primitivas.
En el Paleolítico se sumaba la dificultad de que se alternaban glaciaciones con
épocas cálidas.
Hacia el final de la última glaciación las condiciones de
vida en Eurasia empeoraron. La carne empezó a escasear y el hombre no podía
vivir del liquen de los renos y de la
corteza de los abundantes sauces. En un suelo que estaba húmedo
en verano, pero helado en invierno, sólo sobrevivían los bulbos, que o eran
venenosos, o sólo servían como alimento complementario. Tampoco las setas y las
bayas podían sustituir a la carne de caza, por lo cual el hombre comenzó a
emigrar a las zonas del sur. Pero la carne seguía siendo escasa y en primavera
se agotaba la que aún conservaban seca. Hay quienes piensan que probablemente
el hombre sufrió una gran hambruna antes de lanzarse a la ingesta de granos.
Lo que está claro es que en referencia al tema que nos atañe,
se sabe más sobre la caza y la pesca del hombre primitivo, que sobre su aptitud
recolectora. Fundamentalmente, porque en ella se sustentaba la mayor parte de su
alimentación (que tampoco era puramente carnívora). No obstante, la RECOLECCIÓN
es el aspecto en que a continuación nos centraremos.
La dieta de los predecesores de los Australopitecos (cuadrúpedos) era escasa al no acceder fácilmente más que a bayas, tubérculos, nueces, tallos, raíces y bulbos. Llegó un momento en que éstos empezaron a erguirse, a poder blandir palos y con ello a aumentar increíblemente sus posibilidades, por ejemplo para la recolección de nuevos frutos.
La dieta de los predecesores de los Australopitecos (cuadrúpedos) era escasa al no acceder fácilmente más que a bayas, tubérculos, nueces, tallos, raíces y bulbos. Llegó un momento en que éstos empezaron a erguirse, a poder blandir palos y con ello a aumentar increíblemente sus posibilidades, por ejemplo para la recolección de nuevos frutos.
Se sabe de los siguientes neardenthales, que el Pitecántropo
(descubridor del fuego) tomaba bayas de
almez y del Magdaliense (de alimentación muy variada) que cogía frutas, bellotas, bayas servas, castañas de
agua, bulbos y rizomas, y diminutos espárragos.
Castaña de agua |
Baya de almez |
Tras su transición vino el Aziliense, en el Mesolítico (8000-3000 años a.C.), el
cual consumó la revolución agrícola. Sabemos que éste recogía avellanas y miel. El Natufiense
palestino, ya en el Neolítico, molía en su mortero cebada silvestre.
Algunas plantas recolectadas por el hombre paleolítico eran
usadas probablemente como coadyuvantes de la caza, en forma de “venenos”, así
como otras tuvieron un uso medicinal.
La agricultura surgió ya en el Neolítico alrededor del 9000
a.d.C. en la región de Mesopotamia, conocida por los arqueólogos como el
“Creciente Fértil”, con la domesticación de algunos cereales y leguminosas. Con
el paso del tiempo la zona del Planeta en la que se hallaron vestigios del
origen de la agricultura se fue ampliando. Finalmente, las conclusiones nos
llevan a que el origen de la agricultura y la ganadería es poligénico y
convergente de distintas comunidades separadas entre sí por barreras físicas y
geográficas. Si bien tampoco están muy alejadas en el tiempo, por ejemplo, en
el Extremo Oriente ocurrió entre el 5500-6500 a.d.C. y en América Central y
Andina entre el 4000-5500 a.d.C. Este
fue el gran triunfo del hombre en su adaptación como especie.
Bibliografía:
Floréz-Tascón,F.J. Flórez-Tascón Sixto, F.J. García Romero,
C. ¿Somos
lo que comemos o comemos como somos? Alimentación y Antropología. Ed.
Universitaria Ramón Areces
Maroto, J.V. (1998). Historia
de la Agronomía, Mundiprensa
Lewin,R. (1994). Evolución
humana. Salvat Editores
Reichholf, J.H. (2009) La
Invención de la agricultura. Por qué el hombre se hizo sedentario. Ed.
Crítica
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